El discurso de Sportpalast


Era el año 1943 y la guerra iba mal para Alemania. El año anterior, en noviembre, durante la Operación Urano, el glorioso poderío de la Unión Soviética decidió la Batalla de Stalingrado, encerrando al Sexto Ejército en los alrededores de la ciudad. Un mes antes, la victoria en la Segunda Batalla del El Alaheim del Octavo Ejército Británico en conjunto con el desembarco de las tropas americanas en el Sahara Francés decidió este frente para las fuerzas Aliadas. Con la rendición el 2 de febrero de la "Fortaleza" Stalingrado el futuro se veía oscuro para los alemanes, que comenzaban a sentir la presión de sus enemigos en todos los frentes. Lamentablemente, la guerra barata y rápida que deseaba Hitler se había transformado ante sus ojos en una horrorosa prueba de desgaste, de la cual la Gran Alemania no saldría ilesa.


Pero no era la intención de Hitler rendirse. Para eso, el debió recurrir a la propaganda como elemento de reunión para el pueblo alemán. Ya con anterioridad, su esbirro en este departamento, el oscuro Joseph Goebbels (un cojo, perverso, fiel nacionalsocialista hasta la corona) había mostrado su poder de convocatoria para el pueblo alemán; lo que le permitió concentrar su poder en torno al partido y transformarse en una de las figuras más importantes de este imperio. Pero ante él se levantó el reto más imponente de su carrera. ¿Cómo convencer al pueblo alemán, al que le habían prometido una victoria rápida, de que aceptaran una guerra total hasta el final?


Como todo buen ejecutivo ante un reto, Goebbels recurrió a todas sus habilidades para formar el público de la audiencia. Escogió el Palacio de Deportes de Berlin (Sportpalast), una edificación que era capaz de recibir a más de a 14.000 personas. Como todo buen propagandista, eligió muy bien a su audiencia (nacionalsocialistas fervientes de todos los estratos de la sociedad o extras en roles bien definidos) para dar su discurso. Cuando todos los elementos estuvieron listos, el 18 de febrero de 1943 el emitió este infame discurso.


Este trato tres temas de importancia para Alemania en ese punto de la guerra. El primero (el más importante) es que si la Wermacht (el ejército alemán) no estaba en posición de romper el frente este, entonces Europa caería en manos de los bolcheviques. Como parte de este hecho, la Alemania Nazi y el Eje eran los únicos que podían vencer esta amenaza, pero la situación era apremiante, por lo tanto Alemania debía tomar cartas en el asunto y acabar con esto antes de que fuera demasiado tarde. Con la admisión de que la guerra sería larga y brutal, con un golpe maestro preguntó al público si deseaban una guerra total, a lo cual el público respondió con un rugido "Si". La frase de cierre final "Ahora gente, levántense y dejen que se desate la tormenta", tomada de las guerras napoléonicas, fue su golpe decisivo.


¿El discurso fue exitoso? Lamentablemente si, porque el pueblo alemán decidió sufrir dos años más de guerra con la esperanza de la victoria y el temor de ver como Europa podía caer en manos de los comunistas. Al final, con la derrota, vino el control rojo de la mitad de centroeuropa, que se transformó en un campo activo de la Guerra Fría y no se liberó hasta la caída del muro de Berlín más de cuarenta años después de la brutal guerra que devastó al mundo.


En este 70 aniversario del discurso, debemos reflexionar sobre el poder que las palabras tienen en el mundo. Porque con un golpe maestro de la genialidad, Joseph Goebbels consiguió que una guerra perdida se extendiera por un tiempo mucho mayor al esperado. De esta forma, así como lo vemos en la actualidad, el poder de las palabras es lo que le da la victoria a los políticos y a los empresarios en el mundo actual. Esto lo supo perfectamente este artista de la propaganda, que aunque oscuro, nos dejó uno de los testimonios de como esta es considerada el arma más efectiva de cualquier político durante el curso de la historia.

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