¡Mision cumplida! La invasión de Iraq.


Es increíble que hayan pasado casi 10 años del peor error militar en la historia de los Estados Unidos de América (bueno, si exceptuamos la Guerra de Vietnam). Con un pueblo visiblemente irritado y con el recuerdo fresco de los ataques del 11 de setiembre del 2001, el presidente George Walker Bush autorizó de forma unilateral la invasión de Iraq el 19 de marzo del 2003. La verdad, es mucho lo que se puede aprender de una operación como esta; que nos introdujo a ocho años de horror y sufrimiento, a la desestabilización de todo el Oriente Medio, la prominencia de Irán como potencia en la región y la pérdida de credibilidad de la gran nación del Norte ante el mundo, debilidad que han aprovechado sus enemigos para asentarse con el poder, así como conseguir polarizar la opinión entre nosotros y ellos. Pero, porqué es conveniente recordar una guerra fallida. ¿Por qué no recordar Vietnam, de donde los americanos salieron con el rabo entre las piernas; para recordar Iraq, en donde las pérdidas fueron menores y la derrota no ha sido declarada? La verdad, porque en esta parte del mundo se pudo contemplar la dualidad del gran coloso del nombre y lo pequeño que resulta el mundo para ciertas cosas.


Vamos a los hechos. Luego del ataque del 11 de setiembre antes mencionado y la consecuente invasión a Afganistan que se llevó a cabo posteriormente (lo que casualmente ha permitido recrear la serie Sherlock Holmes en tiempos modernos por la participación del Reino Unido en la moderna Cuarta Guerra Anglo-Afgana); los patriarcas de la familia Bush decidieron que era hora de encargarse de la espina en los dientes que George W. H. Bush (padre del presidente en cuestión) dejo inconclusa durante la primavera de 1991, la Guerra del Golfo. Aunque el triunfo obtenido durante esta operación fue abrumador, al presidente le falto el nervio para continuar la operación sobre territorio soberano iraqui, lo que permitió que Saddam Hussein conservara su poder en su país y se tornara más poderoso conforme lo sumía en la miseria. Por esta razón, el presidente usó al general de esta guerra (Secretario de Estado en ese momento), Collin Powell, para presentar "pruebas contundentes y veraces" de las intenciones de Iraq para el desarrollo de armas químicas y bactereológicas. Por supuesto, la ONU (comandadas por Francia y Alemania, secundadas por Rusia) no se tragó el anzuelo presentado por este héroe de guerra. Por supuesto, la organización se negó a participar en la invasión de un país soberano sin mayores pruebas sobre el peligro para la humanidad que representaba el dictador.


Pero como buenos comerciantes y magnates del petroleo, a los Bush no les gusta recibir un no como respuesta. De inmediato se voltearon hacia el pueblo americano, el cual todavía vendado por el ataque del 11 de setiembre, apoyó por medio del Congreso la declaratoria conjunta de guerra el 16 de octubre del 2002. Con estas armas en mano, el presidente Bush de inmediato preparó a su país y a los aliados que pudo conseguir para invadir a Iraq y destruir a Saddam Hussein.


Aún con todos los esfuerzos de los entonces dictadores y presidentes de Oriente Medio (que sabían lo que significaba esta invasión para sus propios regimenes), Bush sintió que los músculos militares de su nación se encontraban en un punto óptimo. Por esta razón, luego de preparar sus fuerzas sobre Kuwait, el 19 de marzo del 2003 invadió Iraq con todo su poderío. Con aproximadamente una fuerza de 200 mil hombres (que en conocimiento militar son suficientes para una movilización rápida pero no para controlar un territorio de esta extensión); la gran potencia se lanzó sobre las ya debilitadas fuerzas armadas iraquies y las derrotaron para el 1 de mayo del 2003 con la captura de Bagdad. Desde el principio no hubo duda de quien sería el ganador del principal conflicto armado de la región, ni del tiempo que tomaría desenraizar a Saddam Hussein del poder. 


Pero, tal como lo conocía Sun Tzu y Alejandro III de Macedonia (Alejandro el Grande), una cosa es destruir la capacidad del enemigo de defenderse y otra muy diferente es la de facilitar una transición para garantizar la pacificación del territorio. Por lo tanto, cuando el 1 de mayo el presidente Bush emitió el infame discurso de Mission Acomplished desde la cubierta del portaaviones Abraham Lincoln, yo reí para mis adentros. ¿Qué diablos era lo que había completado el presidente Bush?


Durante los siguientes meses se hizo evidente una verdad para el mundo. La verdad de que Estados Unidos quería dejar de depender del petroleo árabe que financiaba secretamente a Al'Qaeda. La verdad de que al gran país del Norte poco le importaba la estructura, la infraestructura, la compleja rama tribal, la división sectaria de Iraq ni los almacenes escondidos que el escurridizo Saddam Hussein había dejado a lo largo del país. La verdadera intención de EE. UU. era ese petróleo (por eso solicitaron adelantar a sus tropas para cuidar los campos petrolíferos). Esta verdad fue la que terminó costando más vidas de soldados americanos durante la ocupación que durante la invasión.


La lista de errores durante la invasión fue extensa, pero tres de ellos convirtieron lo que podría ser una transición pacífica en el caos sectario en que se transformó el país luego de la invasión. La primera fue la división que los Estados Unidos impuso sobre el país para complacer a sus aliados kurdos. Una federación de tres naciones (kurdos, shiitas y sunitas) era un explosivo deseando estallar. Porque los sunitas jamás aceptarían encontrarse en desventaja frente a los shiitas, los shiitas están influenciados por Irán y los kurdos van a querer una patria kurda (lo que provocaría la ira de Turquía). 


El segundo punto que provocó el gran descalabro fue la abolición del Ejército Iraqui. En su "infinita sabiduría", el primer gobernador de Iraq durante la ocupación, Paul L. Bremer, el 23 de mayo del 2003 decomisó a todo el ejército, dejando sin trabajo a más de 400 mil efectivos bien entrenados, apertrechados y con conocimiento de los arsenales sobre su territorio. Muchos de estos soldados, disgustados y sin paga, se unieron a las fuerzas de insurgencia y su aporte transformó muchos movimientos en milicias personales de gran capacidad y bien armadas contra las cuales las fuerzas de ocupación tuvieron que desgranarse.


Conforme la guerra se intensificaba (con las infames DOS batallas de Fallujah en el 2004 que recordaban a Hamburger Hill en Vietnam); la frustración de los soldados americanos provocó que ellos comenzaran a pensar de forma degradante en sus enemigos. Encabezado por el caso de la prisión de Abu Ghrabi, el ejército americano (compuesto de los más pobres de la sociedad americana) comenzó a violar de forma consistente los Derechos Humanos, guiados más que todo por su falta de entendimiento de una sociedad islámica de la cual no son partícipes ni les interesa serlo.


Todo esto provocó un grave conflicto entre los numerosos bandos con el Ejército de Ocupación de Iraq como foco de atención. Con un antipasto basado en aparatos explosivos no convencionales y ataques de guerrilla, el plato fuerte de este conflicto fue la disputa política entre las partes, mientras los aliados trataban de mantener una legitimidad en la ocupación que no podían por la ausencia de la ONU. De esta forma, el juicio expedito de Sadam Hussein, los asesinatos en las mezquitas y la violencia sectaria se apoderaron de la nación sin que los Estados Unidos pudiera garantizar la seguridad de esta. Ciertamente, la guerra había escalado a un nivel sin presedentes, hasta el punto de llegar a ocuparse la misma cantidad de tropas desplegadas sobre el territorio iraqui que como sobre Vietnam.


Al final, Estados Unidos no salio por buena voluntad, salió por una crisis. Con la Crisis del 2008 arrancando la peor depresión en la historia de la humanidad y un cambio de gobierno a uno más liberal de la mano de Barak Hussein Obama (si les suena musulmán el apellido no es coincidencia); Estados Unidos se retiró de Iraq en el 2011, sin haber ganado la guerra, sin haber asegurado la nación y sin garantizar su línea de suministros de petroleo.


Diez años después, que enseñanza podemos sacarle a esta guerra. Con millares de muertos entre civiles y participantes, un país destrozado y un área desestabilizada, el gran perdedor de esta guerra fue el cristianismo. Lol! Volviendo a lo serio, la intervención de una nación completamente cristiana en un país del mundo musulman ha servido para destruir cualquier buen precepto que de Estados Unidos se tuviera en el Medio Oriente. Con la Primavera Árabe a la vuelta de la esquina, Occidente ha perdido el colchón de dictadores que mantenían protegidos sus intereses en la región y lentamente la ha sumido en un episodio muy parecido a las revoluciones de 1830 y 1848 en Europa. Esperemos que de estos episodios no nazca una gran nación islámica como la ha soñado Al'Qaeda, porque su siguiente objetivo sería la lucha definitiva con el cristianismo por el control del mundo. Y eso hará que las Guerras Mundiales se vean muy muy pequeñas y deseables para nuestro futuro.




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2 comentarios:

  1. Las guerras son los golpes que recibe la humanidad, dados por quienes persiguen sus intereses personales y desconocen el valor del Bien Común. De escudan en la pequeñez del miedo que es provocado por sus propias acciones. Son el desprecio por la vida y avidez por las riquezas ajenas. Las hegemonías son utopías. El actual estado de Europa lo demuestra como lo ha demostrado la Historia. Es hora que los gobernantes del mundo recapaciten y respeten la pluralidad de los pueblos. Serán sorprendidos por los logros de la Paz.

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    1. Yo opino que la guerra es uno de los mecanismos de autorregulación de la humanidad. El hecho en todo conflicto es cumplir objetivos políticos pero las cosas nunca salen como las partes en conflicto lo desean. Sin embargo La Paz siempre es deseable a la guerra por ser más barata,

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