El Sitio de Humaitá


Como descendiente del crisol de culturas por medio del cual los españoles trataron de poblar el nuevo continente luego de que las horrorosas plagas que trajeron y su sed por los metales preciosos destruyeran a los nativos que gobernaban estas tierras; padezco un problema común con todos los que vivimos en este continente. Nuestros antepasados, con el afán de unificar criterios y homogenizar población durante la primera conformación de los estados modernos; destruyeron o tergiversaron nuestro legado. De esta forma, todos los habitantes del lado occidental del Atlántico sólo podemos reconocer como nuestros al menos doscientos años de vida, lo cual no es suficiente para formar un legado y reconocerlo como propio.

Esto provoca además un efecto interesante, que yo denomino Amnesía Colectiva. En una era moderna donde todos los países nos consideramos hermanos; por la mente de la mayoría de los políticos, celebridades y personas importantes negarán vehementemente que en América se cometiesen atrocidades similares a las de la Alemania Nazi durante la Segunda Guerra Mundial. Desafortunadamente, un evento muy similar ocurrió al Sur del Ecuador durante la segunda mitad del siglo XIX, que trae al suelo cualquier consideración pacifista. Un evento sobre el cual debemos reflexionar, sobre el que debemos tomar consciencia y que no debimos dejar de lado.


Tal como el Führer ochenta años después, el presidente vitalicio de Paraguay; Francisco Solano López había llevado a su pequeño país a una prosperidad que no ha vuelto a ver durante su existencia. Su tío abuelo (José Gaspar Rodriguez de Francia) y su padre (Carlos Antonio López) habían gobernado con puño de hierro el país, que había alcanzado un nivel de desarrollo impresionante para su época; que rivalizaba con sus vecinos. Joven, ambicioso y con grandes ansias de reconocimiento, él movió sus tentáculos para lograr un acceso al océano para su país así como controlar la política de la Cuenca del Río de la Plata.


Al principio de la guerra todo marchó viento en popa. Tanto Brasil como Argentina no estaban preparados para su arremetida. Uruguay sufría los efectos de una guerra civil, que le impidió tomar parte en la mayoría de las actividades de la guerra. Pero la lógica terminó por imponerse. Una seguidilla de derrotas militares (La Batalla del Riachuelo que cerró el acceso al Oceáno Atlántico, la Batalla de Yatay que destrozó las fuerzas militares que invadieron la provincia de Corrientes y el Sitio de la Uruguayana que rindió a la fuerza invasora del Mato Grosso) quebró el espinazo militar de la República de Paraguay. Como todo mal perdedor, megalomano y dominado por su locura, el generalísimo Solano Lopez se negó a rendirse. Una larga guerra se veía en el horizonte.

 Con la firma del Tratado de la Triple Alianza (lo que le dio su nombre a la guerra), los tres países beligerantes en el conflicto contemplaron el mapa para determinar que debían hacer. Pero la tarea frente a ellos era impresionante. En los tiempos en que no existían medios mecanizados, los buques de vapor y las locomotoras estaban en sus primeros años y el telégrafo llevaba apenas unas décadas constituidas; observar el Paraná en el mapa quitaba el aliento tanto al presidente Bartolomé Mitre como al Duque de Caxias, los comandantes en jefe de la guerra. Porque para poder tomar Asunción, debían pasar el recodo de Humaitá.

Ubicado a 30 km. al sur del punto donde el río Paraná desemboca en el río Paraguay; el campo de batalla, de tan sólo 20 km. de largo se encuentra cubierto por tierra pantanosa y anegada, que sólo puede ser cruzada por medio de varios estrechos pasos. La única vía de comunicación factible era el río Paraguay, lo que tornaba la zona en un dolor de cabeza para el invasor y facilitaba mucho la labor de los paraguayos en la defensa de su territorio. También existían pocas extensiones secas, "potreros", donde se podían estacionar tropas para las batallas posteriores. Esto convirtió elementos básicos para el manejo correcto de un ejército, como el abastecimiento y el control sanitario, en una pesadilla constante para los ejércitos aliados.


La campaña dio inicio con la Batalla de Tuyutí, un ataque sorpresa de la caballería paraguaya sobre las posiciones aliadas en el "potrero" de este nombre. Lo que comenzó como un gran triunfo terminó como un costoso fracaso para los paraguayos por una mala planificación de tiempos, y estos se refugiaron detrás de un grupo de fortificaciones construidas en los años anteriores. Desde 1866 hasta 1868, estos pusieron en jaque a los Aliados desde las fortalezas de Curupayti y Humaitá, a la vista del río Paraguay, lo que provocó un estancamiento del combate a partir de setiembre de 1866.


Como parte importante de las guerras, este punto muerto combinado con las insalubres condiciones sanitarias  provocó que las pestes que conlleva la guerra se apoderara de ambos bandos. El cólera  que inició en el bando aliado recorrió campante sin distinguir entre amigos y enemigos. El ejército Aliado sufrió mucho debido a este evento, pero debido a la mala suerte la enfermedad salto al lado paraguayo, lo que provocó una gran mortandad en la capital Asunción y en todo el territorio.


A partir de 1867 los Aliados se enfocaron con más intensidad en el ataque. Tras mucho esfuerzo, una flota de naves brazileñas logró sobrepasar al fuerte Curupayti, pero no pudo sobrepasar al Humaitá. Anclado entre dos fuegos, el presidente Mirte ordenó la construcción de una línea férrea para abastecer a estos barcos atrapados entre dos fuegos. Por otro lado, un segundo ataque por tierra logró aislar a la fortaleza de Curupayti por tierra pero no logró reducirla por completo.

Para el 2 de enero, el presidente Mirté tuvo que regresar a Argentina de emergencia (debido a la plaga de cólera que cobro la vida de su vicepresidente) y el comando quedó en manos del Duque de Caxias. Como militar de carrera, su decisión fue la de traer las armas pesadas para terminar el estancamiento. Por esto una escuadrón de monitores (similares al Monitor de la famosa batalla de la Guerra Civil Americana) subieron el río Paraguay, se enfrentaron a las baterías de Humaitá, y hundieron un par de botes que sostenían la cadena que tapaba el río; lo que le permitió al contingente naval atravesar las defensas y atacar Asunción. Ya sin utilidad militar, el fuerte fue abandonado a mediados de 1868 (con la masacre de casi todo su complemento militar durante la retirada) y las operaciones militares se trasladaron hacia el norte.


Como presagio de las futuras campañas tropicales en ambientes poco sanitarios, la campaña costó más de cien mil bajas entre los elementos de la Triple Alianza, de los cuales 2 de cada 3 murieron de enfermedades relacionadas con la campaña (cólera, paludismo, mal de chagras, malaria). Así mismo, la peste de cólera asoló al Paraguay, lo que redujo a la mitad su población. Para ese momento, Paraguay había tenido que recurrir a los niños soldados, a mujeres combatientes y a toda clase de ideas para la resistencia final, con las consecuencias relacionadas en la moral en casa y el enemigo. Con los fuertes perdidos y el río abierto ante sus enemigos, la guerra estaba totalmente perdida; pero Francisco Solano López resistiría dos años más hasta su muerte en 1870 durante una emboscada.


La consecuencia de esta guerra fue terrible para todas sus partes. Paraguay, una otrora pujante y poderosa nación en el sur del continente, quedó quebrada y destruida por la guerra, con la mitad de su población muerta y menos de veinte mil hombres adultos a su haber al final del conflicto. Brazil y Uruguay, los mayores interesados en esta guerra, quedaron muy endeudados con Gran Bretaña debido al costo militar de la campaña. En lo que sería la antesala de las guerras industrializadas de Europa que asolarían los años por venir, la ruina y la quiebra fue lo que heredaron todas las naciones beligerantes, merced a un evento que destruyo al Imperio Brazileño y provocó que Argentina se acercara al Imperio Británico con amargas consecuencias a futuro (La Guerra de las Malvinas).


A la hora de revisar estos eventos, como latinoamericanos no debemos olvidar de que sucedieron. En el pasado los hermanos de este continente hemos vuelto nuestras armas los unos contra los otros. Actualmente esto sigue siendo moneda común, en operaciones de limpieza en la selva colombiana o donde los norteamericanos intervengan en sus operaciones antidrogas. No olvidemos estos hechos, porque ya hemos cometido un genocidio en el pasado, no estamos exentos de culpa en ello, y lo peor del caso es que si ya lo hicimos una vez estamos en la capacidad de volverlo a cometer.

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4 comentarios:

  1. Impresionante tu clase de historia, amigo Carlos. Y encima de algo que muy a pesar mío, y sin tener culpa alguna, me hace sentir vergüenza ajena. (El desembarco español en las américas). Me avergüenza al hecho de pertenecer y llevar incluso la misma sangre de quienes cometieron tantas tropelías y barbaridades con los verdaderos dueños de las islas. Me parece increíble que se quiera olvidar eso, cuando es la mayor vergüenza cometida por el pueblo español. Ojala y algún día, aquellos que murieron o sufrieron a manos de los bárbaros españoles tengan sus justa venganza. (aunque sea recordarnos siempre lo que un día hicieron nuestros antepasados.

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    1. La verdad, sin España no existiría la Hispanoamérica actual. No sientas vergüenza por lo que hicieron tus antepasados, sin ellos no existiría de la forma en que existo ahora. Solo digo, y es decir, que en América no tenemos la antigüedad histórica que acompaña a Europa. Eso es para toda América (incluyendo Estados Unidos y Canadá). Así que si nos ven hablando tonto para que nos calle el rey Juan Carlos, nos habrás de perdonar, somos muy jóvenes culturalmente. Lol!

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  2. Fantastica recopilación de datos, y narrados de forma muy amena! Desconocía totalmente de esta guerra, y por ello pertenezco al bando de la amnesia histórica :(
    Gracias por este excelente post.

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    1. Todos. Así hay muchas historias Bimago, historias que no reconocemos porque nos hace falta visión. Como dice el dicho, el que olvida el pasado se arriesga a repetirlo.

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