Extracto: La súplica de la bastarda.


Tal como en muchas sociedades agrícolas, las colonias de la región de Lespk, en la República de Orelia son de corte rural: grandes extensiones de terreno cultivable, con sembradíos orientados a los múltiples mercados de la República; los terratenientes, en su mayoría, son de origen noble y regentean las propiedades, inclusive las colonias, como si fuesen sus propios feudos[1]. Las numerosas colonias en la región, generalmente, son administradas por una o varias familias, las cuales alternan o comparten su gobierno, se desposan entre sí, deciden la forma en que se van a administrar sus tierras y las alternativas de cultivos por explotar a futuro.

El caballero Emile Auguste Marie Xibaja era el segundo hijo de una familia de terratenientes originarios de la Colonia VIII. Similar a otros, él era un decadente noble, casado por conveniencia con una mujer a la cual en el fondo aborrecía. Sin embargo, esa bruja le había permitido conseguir a su familia, el dominio y control sobre media docena de colonias del sector; por lo cual, como todo hombre agradecido, procuraba complacerla y mantenerla ocupada por el tiempo que fuese necesario.

Como todo hombre insatisfecho en un matrimonio infeliz, este procuró el alivio de sus necesidades con otras mujeres. Una de estas aventuras fue con una criada, una lavandera quien trabajó para la familia, una mujer valona[2] de nombre Laurensia Roos. Del mismo modo que otras muchachas de servicio, apenas se supo que estaba embarazada fue echada de la casa para evitar el escándalo, pero a diferencia de muchos otros casos, su nombre es el de una de sus pocas amantes que recordaría toda su vida.

Un par de décadas más tarde, ya consolidado como el administrador de las fortunas de ambas familias (la de su esposa y la suya propia), el caballero recibió una visita inesperada: el almirante Gorez Kretsu, uno de los grandes oficiales de la Flota Oreliana, quien se presentó en su casa. Con justificada razón, él temió por su vida o su libertad a causa de algún desliz sin intención, pero su sorpresa fue mayúscula cuando este lo felicitó por haber engendrado a uno de los mejores oficiales de la Academia Sempara. El cumplido le resultó extraño porque sus hijos con su esposa todavía no eran lo suficientemente mayores para estudios de posgrado, menos poseían la inteligencia ni la dedicación para estudiar en dicha academia. De hecho, eran mimados, maleducados y engreídos, no podía evitar temer por el futuro de su negocio en sus manos cuando él no estuviera.

Para su sorpresa, el almirante había llevado al oficial para su presentación. Allí fue cuando se enteró que su travesura con la lavandera había engendrado una niña, Catalina Evangelina Roos, quien con mérito se había graduado de oficial y servía como teniente en un destructor de la República durante la primera parte de la Revuelta Niloriana.

Él comprendió la importancia de ese hecho: un oficial oreliano es equivalente a un noble. Su hija biológica había comenzado una carrera militar, por lo cual él poseería una herramienta más para conseguir sus propósitos. De inmediato, la reconoció como suya y ella aceptó ponerse un nombre más noble, Katherine Xibaja.

Asimismo, él inició los trámites para casarla con un noble decadente, Philleas Vicennt Charnoud, segundo caballero de la Chambound. Él sabía que era una escoria, un juerguista de toda la vida, un adicto y un invertido declarado, cuya familia procuraba la forma de casarlo para que guardara las apariencias. Sin importar los sentimientos de su nueva hija, impulso el matrimonio que fue infeliz, terminó en divorcio, pero para su fortuna, tuvo dos hijos.

Una clausula en el contrato de las familias le permitió al caballero Xibaja administrar el fideicomiso para ambos herederos, por lo cual también añadió a sus bienes las propiedades de esa familia cuando los herederos principales de los Chambound fueron desheredados por su estilo de vida disoluta. Eso lo transformó en el accionista mayoritario del cuarenta por ciento de las colonias en la zona de Lespk.

Auguste Xibaja no podía expresar más que agradecimiento hacia su hija, pero se había olvidado de ella; por eso, cuando ella solicitó una audiencia con él, de inmediato la aceptó. Habían pasado casi veinte años desde que había servido a sus mayores propósitos, ella no había reclamado nada para sí misma, había tomado una vida callada y retirada, para estar cerca de sus hijos. En consecuencia, con una gran inquietud, esperó desde temprano a que llegara.

Como todo militar oreliano, ella llegó justo a la hora convenida; usaba ropa de civil, con un vestido negro de escote en la espalda y falda hasta la rodilla, lo cual provocó que la observara con nostalgia: su hija le recordó mucho a su propia madre. Los ojos definitivamente eran de Laurensia, pero el resto de su aspecto, que incluía las canas previas a la mediana edad, era de su difunta madre. Él la recibió en persona y ambos fueron guiados por el servicio al comedor, donde cenaron lo que les fue servido bajo el cálido abrazo de una conversación liviana.

Al finalizar la cena, ambos se retiraron al estudio, donde la mujer presentó la bebida que él le había pedido. Para su sorpresa, trajo consigo una botella de licor de cereza. Su esposa, que vivía en otra parte de la colonia, aborrecía esa bebida, pero era la preferida suya, una de las pocas confesiones de cama que le había hecho a Laurensia Roos. Sus empleados sirvieron la bebida con rapidez, mientras los dos tomaban asiento, permanecieron uno frente al otro y se estudiaron con cuidado.

Por un largo rato, una tensa calma se generó entre ellos. Ambos bebieron con propiedad sus primeras copas mientras se observaban con detalle, pero ya en sus tardíos cincuenta, la paciencia no era parte de las facultades del noble, por lo que dejó su bebida de lado y repuso—: Ahora qué estamos aquí, hija… Dime… ¿qué es lo que deseas de mí, Katherine?

La mujer tomó su tiempo para contestar. Luego de beber la copa en su mano, la dejó sobre la mesa a su lado y respondió —Jamás te he pedido nada en mi vida, padre… ni siquiera para los gemelos… ¿No puede una hija visitar a su padre a su casa?

El hombre sonrío al escucharla, la imitó y respondió—: Hija… mi familia, sin excepciones, viene aquí a pedirme cosas… En tu caso, es más peligroso e importante porque eres almirante, eres la administradora de la milicia de estas colonias y diriges nuestras fuerzas de defensa, así que déjate de rodeos y dime que es lo que quieres.

La mujer tomó otra copa antes de contestar. Esto preocupó al noble porque, a menos que se hubiese convertido en alcohólica, lo cual dudaba, ella estaba tratando de encontrar la fuerza para hablarle del asunto que la había traído hasta su casa. Finalmente, dejó la copa de lado y enfocó su vista sobre él

—Padre… ¿qué sabe usted de lo sucedido en el nodo 358?

—No mucho— mintió con habilidad el noble, cuyos contactos le permitían saber con cierta propiedad lo que pudo haber sucedido—: Era una reunión de renegados, la cual está siendo puesta en su lugar por la Guardia Pretoriana de los For’Arms. ¿Por qué eso debería inquietarnos?

—Yo estaba invitada al evento en el nodo 358. Al igual que mi flota.


Él se calló de inmediato. Al dirigir un ademán a su servicio, estos le sirvieron de la bebida con propiedad. Luego, se tomó su contenido de golpe y continuó su silencio por un largo rato, mientras jugaba con su copa y digería el significado de la noticia. Una cosa era enfrentar a los disidentes humanos de For’Arms, pero otra muy diferente era que esa invitación también fuese extendida a su hija. Su presencia frente a él indicaba que ella, o poseía una red de contactos mejores que la suya, o era más inteligente y había delegado la función en un subalterno de su desagrado. Cualquiera de las dos respuestas, la verdad era clara: los habían traicionado, los habían vendido y los habían querido dejar indefensos.

—¿Y qué piensas tú de todo esto, Katherine?

La pregunta no inmutó a la almirante. Ella repuso mientras lo encaraba —Que no tenemos mucho tiempo, padre.

Ella se levantó de su asiento y comenzó a caminar inquieta frente a él mientras hablaba lo más rápido que podía, tal vez porque si paraba, jamás terminaría de expresar lo que creía —No sé qué está sucediendo, padre, pero no es nada bueno… En toda regla de combate contra la insurgencia, la primera es destruir la capacidad de combate del enemigo antes de que este se levante… Lo que sucedió en el nodo 358 destruyó la capacidad de autodefensa de los colonos de For’Arms y de Orelia. Temo que esto sea el principio del plan que tienen para nosotros.

—¿Y cuál es ese plan?

—Exterminio.

La expresión de su hija le hizo gracia, aunque de corazón sentía que podía tener razón; su línea racional le hacía pensar que estaba bromeando. Su risa llenó el cuarto con grandes voces mientras agitaba la copa y reclamaba—: Eso no puede ser, Katherine… no puedo creerte… es ilógico… Ellos no se arriesgarían a exterminarnos… justamente en este momento estamos cosechando las manzanas agrias que van a su mercado… Representamos el cincuenta por ciento de esas exportaciones, un doce por ciento del producto total que consume toda la República de Orelia… somos importantes… sería muy tonto de la República, de sus representantes, suponer que nos deseen mal, mucho menos matarnos… ¿Cómo tomarían las colonias? ¿Cómo se desharían de nosotros sin que respondamos en su contra? ¿Cómo trabajarían estas colonias si nosotros somos quienes llevamos los controles?

Él no se dio cuenta en ese instante de que estaba negando; estaba negando porque no podía creer lo que escuchaba de su hija; estaba negando porque era difícil enfrentar la realidad, es decir, que ella pudiera tener razón, que de verdad la República de Orelia quisiera acabar con los colonos humanos en su territorio.

Ella se mantuvo en control; eso lo preocupo. Por años, se había apreciado de leer a la gente. La expresión de su hija contenía un elemento de paz, lo cual significaba que estaba muy convencida de lo que estaba sucediendo; estaba tan segura que aceptaba que su situación estaba perdida, aun antes de ingresar a esa habitación. En otras palabras, inevitablemente, algo malo sucedería.

Mientras conservaba su expresión inmutable, ella respondió —No tengo las respuestas que deseas padre... pero lo que la Alianza ha hecho fracturó el poder militar de todos los terrans en el sector. Las fuerzas que tengo no son suficientes para defender las colonias si la República de Orelia decidiera atacarnos seriamente, menos si los poderes de la Alianza lo deciden en conjunto; por eso, vine aquí hoy. Necesito que tú convenzas al Consejo de Colonias de que implementen el plan de evacuación a la brevedad posible. Entre más tiempo tardemos en comenzarlo, mayor será el peligro para los habitantes de esta región, y menos vidas podrán ser salvadas.

Katherine se llevó la mano al escote, sacó un cristal de información y lo puso sobre la mesa de centro con propiedad. Su estado, sereno y en control, provocaron que se pusiera nervioso, porque no podía seguir su juego. En consecuencia, reclamó con tristeza y amargura—: Estás loca… Estás pidiendo que tire mi credibilidad de lado, que ignore a mis contactos políticos y que tome una jugada riesgosa que me podría dejar en ridículo, no solo frente al consejo sino también frente a mis socios comerciales… yo no puedo hacer eso... es ridículo, es ilógico pensar que ellos, nuestros amigos, quienes nos han pedido de forma tan directa que brindemos nuestro poder para defenderlos, nos vayan a traicionar.

—Esto es lo único que te pediré durante mi vida, padre... Te permitiré pensarlo… espero que lo reconsideres... porque el futuro de los humanos, tu futuro, el mío y el de tus nietos depende de lo que decidas. Muchas gracias por la cena. Que pases buenas noches.

Katherine no mencionó más palabra, solo permitió que el servicio la llevara a la puerta porque él no podía hacerlo. Durante largas horas, él permaneció sentado en su sala de visitas, sopesando lo que ella le había dicho; podía hacer lo que ella decía, pero si mentía o se equivocaba, sería el hazmerreír de las colonias; podía no hacerlo, ignorar su petición y seguir con su vida, pero si tenía razón, todos morirían eventualmente.

Cuando sonaron las doce de la noche, él se levantó de su asiento, le sorprendió no encontrar a nadie del servicio, ni que las copas y ni el vino fueran retirados de la sala. Curioso, él quiso saber qué había sucedido, pero para su sorpresa, sus empleados de casa estaban reunidos en el generador de imágenes de la cocina. Para su horror, ellos observaban el noticiero, en donde se mostraban las imágenes de la destrucción de las Treinta Colonias. Esto lo alertó, le hizo encontrar el valor de creer en su hija, darle la razón; y conseguir el empuje para llevar a cabo el favor que le había pedido, a la brevedad posible.



[1] Las Colonias Agrícolas funcionan como latifundios. Los capataces de estas colosales estructuras compraron patentes de nobleza para ostentar un rango y poder aspirar a una posición política dentro de la República de Orelia. Similar al modelo burgués agrícola que dominó Europa durante la Edad Moderna, la única diferencia es que su territorio se encuentra perfectamente delimitado por el tamaño de sus colonias.

[2] Los atributos para los humanos en el sector 446 no se dan por la región geográfica ni por la raza, sino por el primer idioma que hablan. En este caso, la mujer mencionada es valona porque su primer idioma es el valón.

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