La Batalla de Tannenberg; el inicio del fin para Alemania.

¡Alemania está en peligro! Bueno, eso es lo que la extrema derecha proclamó durante los primeros cuarenta años de vida del gran Imperio Alemán. Desde su formación en 1871, la solución realista de Otto von Bismark concibió a una Alemania autosustentable, en la que todas sus comunidades fueran homogéneas y no hubiese alguna fuga imprevista que despedazara su esfuerzo. A pesar de haber sido despedido de su empleo por el Kaiser Guillermo II, su trabajo permitió la continuidad de una Alemania que increíblemente se ha conservado hasta nuestro tiempo. Aunque ha perdido tamaño y la prominencia continental de antaño, sólo existe una Alemania, donde vive el pueblo alemán. Y este lugar está contenido dentro de la imagen política que había concebido Bismark a lo largo de su vida.



Pero Guillermo II no era su abuelo, ni su padre. Como todo buen gobernante impaciente, de temperamento fuerte y cuya única virtud era su ambición pura; su deseo de opacar a sus primos y el desprecio (compartido) que sentía con Francia lo volvió enemigo de toda Europa. Así que cuando decidió apoyar al emperador Francisco Fernando I de Austria en su empeño de castigar a Serbia, terminó desatando la primera gran guerra mundial de toda la historia. Para su dicha, el cuerpo de oficiales alemán era el mejor que se podía encontrar en el mundo. Incluso, un genio fallecido hacía tres años (Alfred von Schiefflen) había concebido una operación tan majestuosa que sacaría a Francia de la guerra antes de que los rusos pudieran movilizarse completamente para pasarle el rodillo a los alemanes. Pero tal como Carl von Clausewitz predijo más de un siglo atrás, "ningún plan sobrevive el primer contacto con el enemigo".

Para Agosto de 1914 Rusia estaba movilizada y Prusia Oriental se encontraba entre sus primeros objetivos. Una urgida Francia solicitó su ayuda para liberar la tensión que estaban sufriendo en el Frente Occidental. De esta forma, el Primer Ejército Ruso al mando del general Pavel von Rennenkampf invadiría esa enorme saliente en el Imperio Ruso desde el este, mientras que el general Alexander Samsonov atacaría desde Polonia al suroeste con el Segundo Ejército. El plan era bastante simple en papel, hacer avanzar las dos aplanadoras hasta rodear y destruir a los alemanes en Prusia Oriental.

Fieles a su forma de ser, los alemanes se prepararon diligentemente en caso de esa eventualidad. La ciudad de Königsberg (hoy conocida como Kaliningrado porque gracias a la Segunda Guerra Mundial ahora pertenece a Rusia) fue reforzada por una serie de fortificaciones que protegerían la ciudad. Así mismo, se conservaría al Séptimo Ejército Alemán en la zona para sostener a los rusos, mientras el Octavo Ejército se mantendría como reserva por detrás del Vístula. Lo único que tenían que hacer era aguantar el tiempo suficiente para que el Plan Schiefflen se llevara a cabo y Francia saliera de la guerra. Por lo menos ese era el plan (von Clausewitz, la humanidad te odia por decir la verdad).


Tal como suele suceder, el Octavo Ejército no contenía lo mejor de lo mejor, sino que era un puesto de "retaguardia" dónde se enviaba a podrir a los elementos indeseables del Ejército Alemán. Tanto el general Hermann von Francois (insubordinado sin remedio) como el general Alfred von Mackensen (a punto de retirarse) eran extraordinarios oficiales a pesar de sus problemas. Pero su superior inmediato, Maximilian von Prittwitz jamás había comandado en combate nada superior a una compañía en la guerra inmediata en la que peleó (la Guerra Franco-Prusiana). Aristócrata bien posicionado, de una familia de abolengo, era más un general de modales. Animado por la primera victoria en manos de von Francois (al desobedecer órdenes) en la batalla de Stallupönen (17 de agosto), pensando que sólo había un ejército ruso en el campo; von Prittwitz apostó el destino de Prusia Oriental en la batalla de Gumbinnen (20 de agosto) y perdió.


Sin importar de quien la culpa del retraso que provocó la derrota (von Mackensen y von Below cojeando con sus fuerzas), esto se combinó con la situación en el suroeste, donde un ejército ruso apareció de la nada para amenazar su flanco. Con un ejército que no podía derrotar al frente y otro ejército fresco a su espalda, von Prittwitz perdió el nervio y ordenó una retirada general de todo el Octavo Ejército, detrás del río Vístula. Por supuesto, cuando la orden llegó al alto mando alemán, no les gustó para nada la decisión, por lo que fue destituido en el acto. En una de las pocas decisiones efectivas que tomaría durante la guerra (bueno, lo que pudo pelear de ese año), el general Helmut von Moltke el Joven decidió que era políticamente inaceptable perder a Prusia Oriental. Casualmente, había mandado a llamar a un joven general que había sido clave en la toma de Lieja. A pesar de encontrarse en medio de las operaciones de sitio de Lamur, Erich Ludendorff acudió de inmediato y fue asignado como Jefe de Operaciones del nuevo comandante del Octavo Ejército, un oficial de escritorio retirado de nombre Paul von Hindenburg. Luego de encontrarse en Hannover, en el tren camino a su nueva asignación ambos oficiales entablaron una relación que duraría el resto de la guerra.

Al llegar al frente, la situación resultó no ser tan alarmante como la imaginaban. Gracias a la colaboración del coronel Max Hoffman ambos fueron puestos al tanto de los acontecimientos. Debido a los problemas de suministros, el general von Rennenkampf había detenido el avance de su Primer Ejército para ponerse al día. En cambio, el general Samsanov se adentraba cada vez más en Prusia Oriental. Pero había dos cosas que se hicieron evidentes de inmediato; Hoffman sabía (y puso al corriente a sus superiores) que los dos generales rusos no se llevaban bien desde la Guerra Ruso-Japonesa, y para empeorar las cosas, por alguna razón los rusos enviaban sus transmisiones inalámbricas sin codificar, algo que resultaba increíble para ambos. Pero lo más reconfortante de todo, tenían un plan de acción para evitar el desastre.

El conde de Waldersee (el jefe de operaciones de von Prittwitz), puesto al día con la diferencia entre ambos generales, apoyó la sugerencia del coronel Hoffman de enviar a un cuerpo del ejército para tratar de acorralar al Segundo Ejército, aprovechando que el Primer Ejército no se movía. Cuando sus nuevos superiores llegaron, ambos se pusieron al día y bajo sugerencia del Ludendorff sólo se dejó una división de caballería haciendo pantalla al Primer Ejército Ruso mientras movía por tren al resto del Octavo Ejército para acorralar a Samsanov (23-26 de agosto). Esto fue una maniobra sumamente arriesgada, ya que el Primer Ejército había comenzado a moverse. Pero gracias a las transmisiones inalámbricas, estuvieron conscientes de que ninguna de las dos fuerzas rusas pensaba reunirse por el momento. De esta forma dejaron que las cosas tomaran su rumbo.

El 26 de octubre, el XVII Cuerpo Alemán inició el combate en el flanco izquierdo. Para ese momento, el flanco derecho de los rusos colgaba en el aire. Mientras tanto, el avance del Primer Ejército hacia Tannenberg fue obstaculizado por el XX Cuerpo. El único avance exitoso se dirigía al poblado de Allenstein. El 27 de octubre Francois inicia su ataque sobre el I Cuerpo Ruso y lo hace retroceder. Entonces, al sentir la resistencia Samsonov ordena detener el ataque sobre Allenstein y enfocarse en Tannenberg. Para este momento ya todo el grueso del Segundo Ejército Ruso se encontraba en el área.


El 28 se hizo evidente la situación. Retrocediendo en su ala izquierda y sin posibilidad de avanzar en el centro, Samsonov ordena una retirada general hacia el sur. Pero el XVII Cuerpo Alemán ya se había movido a las inmediaciones de su área de reagrupamiento en el Frongeau. Cuando los rusos llegaron se percataron de que estaban completamente rodeados. Luego de ser ablandados por la artillería durante el día 29, el grueso de todo el Segundo Ejército Ruso se rinde para el 30 de agosto. Al costo de 15 mil hombres los alemanes habían capturado 92 mil hombres y matado a otros 78 mil. Era la primera gran victoria alemana (y una de las más significativas) de toda la guerra.



Para los rusos el desastre fue más allá de lo que habían imaginado. Aunque era gran amigo del zar, el general Samsonov se suicida para evitar la vergüenza de entregar el informe de su derrota. El Primer Ejército Ruso, debatido entre el ataque a Königsberg y apoyar al Segundo Ejército queda mortalmente esparcido a lo largo de Prusia Oriental, por lo que Hindenburg ordena el traslado de todo el Octavo Ejército por tren al área de los lagos de Masuria donde lo golpeó con fuerza y lo obligó a retroceder. Pero otros acontecimientos en el frente austrohungaro impedirían a los alemanes tomar la iniciativa y adentrarse en la rusia zarista.


Como un orgulloso y determinado aristócrata apenado por la falta de lustre de su madre, Paul von Hindenburg es quien decide nombrar la batalla como Tannenberg, obligando a Eric Ludendorff a trasladarse a la ciudad para de ahí dar el parte. Él sabía muy bien que a pesar de haber ocurrido en las inmediaciones de Allenstein, Tannenberg evocaría el sentido del nacionalismo alemán y convertiría a sus triunfadores en héroes, lo que así fue. Hindenburg con el tiempos se convertiría en la figura paternal que guiaría a Alemania en la guerra y durante la República de Weimar. Pero lamentablemente, conforme envejecía este imponente político se tropezaría con otro veterano que tomaría el poder a su lado de forma democrática. Cuando él murió, Adolf Hitler construyó un enorme mausoleo en el área, el cual destruyo hacia el final de la guerra.


El éxito alemán en la batalla de Tannenberg resalta el nuevo tipo de guerra que se lucharía en esta contienda. A pesar de la enorme aplanadora frente a ella, el Octavo Ejército Alemán pudo llevar a cabo su movilización completa por tren para derrotar en detalle a dos ejércitos completos en dos meses, un logro que muy pocas veces se ha repetido en la historia de la humanidad. Esto le daría una dimensión completa a la guerra, indicando que la victoria o la derrota podría venir de las comunicaciones y de la capacidad de mantener abastecidas a las tropas. Hindenburg y Ludendorff se convertirían en figuras mediáticas en el Imperio Alemán, serían inmunes a críticas y darían a su pueblo varias victorias más antes del desastre final. Y al igual que la batalla del pasado, Tannenberg marcaría un antes y después para el pueblo eslavo. Porque los rusos jamás se recuperarían de este desastre y terminarían con una revolución que trajo al comunismo al gobierno y a la historia de las naciones.

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