La batalla de Karameh

"Creo que llegamos a un punto donde todos somos fedayines". Rey Hussein de Jordania. 
Luego de la Guerra de los Seis Días, el Estado de Israel obtuvo una victoria inobjetable sobre los países árabes que eran sus vecinos. En menos de una semana, la pequeña nación había humillado a uno de los líderes más carismáticos que el mundo árabe jamás había conocido Gamal Abdel Nasser, destruyo su sueño de la unificación árabe bajo su comando sobre el cadáver del estado zionista y demostró que un ejército profesional, motivado y bien entrenado podía lograr cosas imposibles contra todos los pronósticos. El modelo profesional actual sobre el cual está basado el Ejército de los Estados Unidos nació del Ejército de Israel que lucho esta guerra. Y nadie, absolutamente nadie se atrevería jamás a oponerse a los deseos de esta pequeña nación seglar en la tierra que Dios les había prometido... o por lo menos eso era lo que sus políticos quisieron hacer creer al mundo.

Un humillado presidente Nasser decidió ser mal perdedor, declaró que jamás se pactaría con el estado zionista judío y lanzó una serie de operaciones militares que se conocerían colectivamente como la Guerra de Desgaste; tres largos años de combates intermitentes que tuvieron como objetivo la destrucción del ejército de este molesto estado y la recuperación del territorio perdido en sus manos. Lamentablemente, él no viviría lo suficiente para ver (o presenciar) la victoria final que vengaría dicha humillación.


Tal como suele suceder con la ingrata política, la humillación de uno fue la ganancia de otro. Los irregulares palestinos, nacidos de los campos refugiados en la franja oeste del río Jordán, se organizaron en varias agrupaciones guerrilleras que seguían el modelo fijado por las insurrecciones populares del Argelia y Cuba. Uno de estos grupos; Fatah, al ver destruida su logística militar con la toma de dicha franja por Israel, decidió contraatacar por su cuenta al ejército más poderoso del área sin resultados. A pesar de su éxito repeliendo a los rebeldes, los choques entre la IAF (Ejército de Israel) y el Ejército Jordano se multiplicaron. Los americanos solicitaron y el rey Hussein prometió pacificar la región, pero el gobierno jordano no pudo hacer nada para evitar la insurgencia, que se comenzó a congregar en torno al poblado de Karameh, al igual que miles de campesinos y aldeanos que se pasaron a la franja este del río Jordán para escapar de la influencia zionista. Uno de los muchos líderes en el área fue un hasta entonces desconocido ingeniero civil incorporado a la lucha que respondía al nombre de Yasser Arafat.

Como todo victorioso, los israelies comenzaron a pensar sobre las formas en que podrían deshacerse de esa espina en la orilla contraria del río. De inmediato, se sugirió una incursión para debilitar la posición de la Fatah. Los israelíes dudaron, debido al acercamiento que los americanos habían iniciado sobre el Reino de Jordania, pero con un poco de pimienta regada por la Fatah (una mina que detonó en un bus en la margen contraria), el Ejército consiguió el visto bueno de las cámaras de representantes y comenzó la operación.


Lamentablemente, desde el cuatro de marzo el Ejército Jordano supuso cuales eran las intenciones de su vecino. A pesar de numerosas llamadas de atención en la ONU, los israelíes continuaron sus preparativos en la banda contraria del río. Preparándose para una acción relampago sobre su capital Amman, los jordanos distribuyeron todo su poder blindado en los puentes Allenby y Damia, a la espera de lo peor. Aún con las advertencias que el ejército israelí lanzó el día antes de la operación, los altos mandos jordanos desoyeron la advertencia y siguieron esperando.

Tal como sucedió en la Batalla de Kursk, combatir a un enemigo preparado fue el pecado de orgullo para el Ejército Israelí. A las 5:30 a.m. los elementos de la IAF atacaron a través de los tres puentes, pero una combinación de desincronización, pérdida del elemento sorpresa y la preparación de los jordanos provocó que dos de los tres puentes necesarios para la operación jamás fueran tomados. Sólo a través del puente de Allenby los elementos del ejército israelí pudieron avanzar hacia el poblado de Karameh, donde sus paracaídistas habían descendido para asegurar la operación. Allí fue donde los israelíes se percataron del verdadero tamaño del poblado, el cual pudieron ocupar pero no lograron asegurar.


A partir de ese momento, la situación comenzó a descomponerse para la IAF. Luego de avanzar más allá del puente de Damiya, los efectivos israelíes fueron detenidos por la Primera División Jordana apoyada con irregulares palestinos. Conforme los elementos acorazados del Reino Jordano enfrentaban a los elementos de la IAF, los israelíes perdieron la oportunidad de atrapar al comando operativo de la Fatah, tras lo cual iniciaron la destrucción sistemática del campo de entrenamiento y del poblado.

Fue una victoria pírrica. Para ese momento, la parte más fuerte del ataque israelí se encontraba rodeado por efectivos de la Primera División y la 60° División Acorazada; que obligó a los invasores de su territorio a pelear para volver a su casa. Iniciada a las 11 de la mañana de dicho día, la retirada israelí completo hasta las 20:24 debido a la orden de recuperar el equipo que había quedado del otro lado de la margen del río.


Ambos bandos clamaron victoria. Indudablemente, el Ejército de Israel alcanzó la mayoría de sus objetivos, destruyendo la base de operaciones en Karameh y obligando a la Fatah a replegarse a las montañas para mejorar sus posibilidades de resistencia. Pero la victoria moral y de propaganda se quedaron en las manos del Reino Jordano y de los insurrectos palestinos. Durante más de doce horas, ambas fuerzas retuvieron al ejército más poderoso del planeta y lo obligaron a regresar con el rabo entre las piernas a sus posiciones del otro lado del río. Para el rey Hussein y su nación, la victoria motivo el rechazo de Estados Unidos, que en palabras del embajador de esta nación en Israel "marcaría el inicio de la destrucción del Estado de Israel", y aseguró su posición como su aliado musulmán más importante hasta la fecha. Por otra parte, la Fatah recibió un enorme impulso, que expuso el problema palestino por primera vez ante el mundo, no como un problema humanitario sino como el reclamo de una nación. Este evento produjo que la Organización para la Liberación de Palestina (OLP) ocupase un lugar predominante en esta lucha, que continúa en la lucha en nuestros días.

Esta batalla inspira partes de La Batalla de Nodo 358, que es presentada en La Guerra del Borde Interno de forma muy similar, con variables y resultados similares. El desenlace de esta escaramuza convertirá en figuras a todos los participantes, pero uno en especial sobresaldrá por méritos propios. Debido a sus analogías, es digno recordar este evento en la historia de la humanidad; donde se demostró que la victoria en el campo de combate no otorga la victoria política o propagandística, muy necesarias para acreditarla al bando ganador. Que sin esto, la victoria puede resultar vacía y sin significado. Y al final, terminar convirtiéndose en una dolorosa derrota.










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